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  S. S. Juan Pablo II
 

PAPA JUAN PABLO II

Karol Wojtyla, nació en Wadowice, a 40 km. de Cracovia-Polonia, el 18 de mayo  de 1920. Fue bautizado el 20 de junio del mismo año, en la iglesia parroquial del s. XVI, de la Presentación de la Virgen María. En el centro del altar lateral dedicado a la Sagrada Familia se conserva la pila bautismal, ante el cual, durante su primera visita a Polonia como Papa, el 7 de junio de 1979, después de besarla, se arrodilló y rezó, no sin antes exclamar: “Aquí me fue dada la gracia de ser hijo de Dios”.

 

Desde su casa paterna, sólo hay que cruzar una calle angosta desde un costado, para toparse con la pared exterior de la iglesia. Hoy, la casa, en el piso en que vivió, las autoridades locales y eclesiásticas lo han convertido en un gran museo, con muchísimas fotos y recuerdos de todas sus experiencias y vivencias, con donaciones  invalorables realizadas por él mismo. En los bajos de la casa hay una librería, con una variedad de recuerdos alusivos. Impresiona constatar, como el futuro Papa, desde su nacimiento y parte de su juventud, vivió cobijado bajo la sombra de la iglesia y la protección de María Santísima.

 

Karol, fue ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1946. El 28 de septiembre de 1958 recibió su consagración episcopal como obispo auxiliar de Cracovia. El 30 de diciembre de 1963, Pablo VI lo nombró arzobispo de Cracovia. El 26 de junio de 1967 fue elevado al cardenalato, hasta que finalmente la tarde del lunes 16 de octubre de 1978, en el segundo día del Cónclave, al término de la octava votación, siendo la 6:18 p.m., fue elegido Pontífice de la Iglesia Universal, tomando el nombre de Juan Pablo II.

 

Después de estar al frente de la iglesia católica durante más de dos décadas, al cabo de 26 años, 5 meses y 17 días, el 2 de abril del 2005, el “mensajero de Cristo” que dio su vida por el evangelio, “retornó a la casa del Padre”, para seguir intercediendo por la Iglesia a la que tanto amó.   

 

Sin lugar a dudas y en mi apreciación personal, Juan Pablo II, “el Papa peregrino”, fue uno de los dones más preciados que nos dio el Señor, el más grande profeta de la iglesia católica de los tiempos modernos, el más carismático, el más querido, el cual será recordado por siempre en la historia de la iglesia y de los Papas. Desde el primer día de su Pontificado fue y seguirá siendo, aún después de su muerte, el Papa que le dio un nuevo rostro a la iglesia.

 

En 1996 al cumplirse el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal, el Papa Juan Pablo II, nos regaló su autobiografía, en el libro titulado DON Y MISTERIO, en donde relata sus experiencias más “profundas” e “íntimas” referentes a su vida y vocación sacerdotal.

 

Por este motivo deseo transcribir íntegramente la parte correspondiente a su “trayectoria mariana” como bien señala el Papa en su libro, el mismo que nos llevará a descubrir su tierna devoción a la Virgen, su profunda, sencilla y sistemática teología mariana, y otros detalles como el significado y origen del lema TOTUS TUU de su escudo Papal:

 

“Naturalmente, al referirme a los orígenes de mi vocación sacerdotal, no puedo olvidar la trayectoria mariana. La veneración a la Madre de Dios en su forma tradicional me viene de la familia y de la parroquia de Wadowice. Recuerdo, en la iglesia parroquial, una capilla lateral dedicada a la Madre del Perpetuo Socorro a la cual por la mañana, antes del comienzo de las clases, acudían los estudiantes del instituto. También al acabar las clases, en las horas de la tarde, iban muchos estudiantes para rezar a la Virgen.

 

Además en Wadowice, había sobre la colina un monasterio carmelita, cuya fundación se remontaba a los tiempos de San Rafael Kalinowski. Muchos habitantes de Wadowice acudían allí, y esto tenía su reflejo en la difundida devoción al escapulario de la Virgen del Carmen. También yo lo recibí, creo que cuando tenía diez años, y aún lo llevo. Se iba a los Carmelitas también para las confesiones. De ese modo, tanto en la iglesia parroquial, como en la del Carmen, se formó mi devoción mariana durante los años de la infancia y de la adolescencia hasta la superación del examen final.

 

Cuando me encontraba en Cracovia, en el barrio Debniki, entré en el grupo del “Rosario vivo”, en la parroquia salesiana. Allí se veneraba de modo especial a María Auxiliadora. En Debniki, en el período en que iba tomando fuerza mi vocación sacerdotal, gracias también al mencionado influjo de Jan Tyranowsky, mi manera de entender el culto a la Madre de Dios experimentó un cierto cambio.

 

Estaba ya convencido de que María nos lleva a Cristo, pero en aquel período empecé a entender que también Cristo nos lleva a su Madre. Hubo un momento en el cual me cuestioné de alguna manera mi culto a María, considerando que éste, si se hace excesivo, acaba por comprometer la supremacía del culto debido a Cristo. Me ayudó entonces el libro de San Luis María Grignión de Montfort titulado “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen”. En él encontré las respuestas a mis dudas. Efectivamente, María nos acerca a Cristo, con tal de que se viva su misterio en Cristo.

 

El tratado de San Luis María Grignión de Montfort puede cansar un poco por su estilo un tanto enfático y barroco, pero la esencia de las verdades teológicas que contiene es incontestable. El autor es un teólogo notable. Su pensamiento mariológico está basado en el Misterio trinitario y en la verdad de la Encarnación del Verbo de Dios.

 

Comprendí entonces por qué la Iglesia reza el Angelus tres veces al día. Entendí lo cruciales que son las palabras de esta oración: “El Ángel del Señor anunció a María. Y Ella concibió por obra del Espíritu Santo... He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra... Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros...”. ¡Son palabras verdaderamente decisivas! Expresan el núcleo central del acontecimiento más grande que ha tenido lugar en la historia de la humanidad.

 

Esto explica el origen del “Totus Tuus”. La expresión deriva de San Luis María Grignión de Montfort. Es la abreviatura de la forma más completa de la consagración a la Madre de Dios, que dice: “Totus Tuus ego sum et omnia mea Tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor Tuum, Maria”.

 

De ese modo, gracias a San Luis, empecé a descubrir todas las riquezas de la devoción mariana, desde una perspectiva en cierto sentido nueva. Por ejemplo cuando era niño escuchaba “Las Horas de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María”, cantadas en la iglesia parroquial, pero sólo después me di cuenta de la riqueza teológica y bíblica que contenían. Lo mismo sucedió con los cantos populares, por ejemplo con los cantos navideños polacos y las Lamentaciones sobre la Pasión de Jesucristo en Cuaresma, entre las cuales ocupa un lugar especial el diálogo del alma con la Madre Dolorosa.

 

Sobre la base de estas experiencias espirituales fue perfilándose el itinerario de oración y contemplación que orientó mis pasos en el camino hacia el sacerdocio, y después en todas las vicisitudes sucesivas hasta el día de hoy. Este itinerario desde niño, y más aún como sacerdote y como obispo, me llevaba frecuentemente por los senderos marianos de Kalwaria Zebrzydowska.

 

Kalwaria es el principal santuario mariano de la Archidiócesis de Cracovia. Iba allí con frecuencia y caminaba en solitario por aquellas sendas presentando en la oración al Señor los diferentes problemas de la iglesia, sobre todo en el difícil período que se vivía bajo el comunismo. Mirando hacia atrás constato cómo “todo está relacionado”: hoy como ayer nos encontramos con la misma intensidad en los rayos del mismo misterio”.    

 


 
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