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  Santa Gema Galgani
 

SANTA GEMA GALGANI

Santa Gema Galgani, nació el 12 de marzo  de 1878 en Camigliano- Italia. Cuando muere su mamá dirá después:

 

“Al perder a mi madre terrena, me entregué enteramente a la Madre del cielo”.

 

Postrada ante su imagen se entrega a la Virgen:

 

“María, ya no tengo madre en la tierra; sé tú desde el cielo mi Madre”.

 

Agradecida, confiesa su auxilio protector:

 

“¡Oh, cuántas veces, depositando en mi Mamá del cielo las angustias y penalidades de mi corazón afligido, Ella me consolaba! Sí, yo recuerdo que hallándome en las mayores angustias, huérfana de madre en la tierra, me tendió cariñosamente los brazos la Madre del cielo”.

 

Tanta veneración le profesaba Santa Gema a la Virgen que le hace exclamar:

 

“¡Oh, cuánto quiero a mi Mamá celestial! ¡Ella lo sabe muy bien y, además, Jesús me aconseja que la quiera mucho! ¡Cuán buena se me ha mostrado siempre esta celestial Mamá! ¿Qué hubiera sido de mí si no la hubiera tenido? Me ha ayudado en mis necesidades Espirituales, me ha preservado de los peligros, me ha liberado del poder del demonio, que siempre viene a molestarme... Y finalmente, me ha enseñado a conocer y amar a Jesús, a ser buena y agradable. ¡Oh, queridísima Mamá, te amaré toda la vida!”.

 

A los 19 años, con permiso de su Confesor, hizo “voto de virginidad perpetua”: Solía también decir:

 

“Mamá mía, no permitas que pierda jamás la santa pureza; me coloco bajo tu manto; guárdamela y seré más grata a Jesús”.

“Desearía igualar en pureza a todos los ángeles, y aún a mi Mamá la Virgen Santísima”.

 

Insistentemente le suplica a la Virgen que la haga santa y pura para Jesús:

“Mamá mía, hazme santa, hazme casta... Mira que no tengo otra cosa que ofrecer a Jesús sino mi pureza virginal”.

 

Tenía un “anhelo ardiente” de que se salven los pecadores:

 

“¡Querida Mamá!, Tu oficio es rogar en el cielo por los pecadores”.

 

En uno de sus éxtasis, dice a María:

 

“Hoy Mamá, tengo que consagrarte una cosa; acéptala. Te consagro mi fantasía. Consagrada a Ti, no tendrá ya qué temer”... “No puedo vivir sin Ti, Mamá mía... ¿Te acuerdas de aquel día en que subiste al cielo y te llevaste mi corazón?... Tenlo siempre allá arriba. Estando contigo, Mamá mía, nada le faltará”.

 

Lo de llevarse su corazón al cielo tiene su historia: El día 15 de agosto, fiesta de la Asunción, se le apareció la Virgen y le dijo:

 

“Hija mía, esta mañana cuando me vaya al cielo, llevaré conmigo tu corazón... y tu voluntad, pues los quiere Jesús.”

 

Santa Gema en el día de la Inmaculada tuvo una visión; le escribe a su Director:

 

“Después de comulgar me ha llamado mi Mamá y me ha dicho que hoy era su fiesta. Traía un vestido blanco. Me acarició tanto, que me faltó poco para morir de dulzura. ¡Si viera, Padre mío, que hermosa es la Mamá! La he visto muchas veces, y siempre he quedado con ganas de volverla a ver”.

 

En el día del Rosario, vuelve a escribirle. En una de sus partes le refiere:

 

“¡Y si viera cuán preciosa es la corona de gloria que puso el Eterno Padre sobre la frente de mi Mamá! Oro fulgidísimo, encendido, constituía la base... ¡en derredor de esta corona había muchas piedras preciosas, que simbolizaban sus virtudes; había también muchas perlas. Estaba coronada con la corona de la sabiduría, adornada de los más vivos resplandores y, además... no sé decirlo. En la corona aparecía una señal, que indicaba que María era la dispensadora de todos los tesoros del Paraíso. ¡Oh, Padre mío!”.

 

En otra ocasión le escribe a su Director:

 

“Qué hermosa es la Comunión, hecha con la Mamá del Paraíso. Y, ¿Sabe, Padre mío, en que consistieron todas las efusiones de mi corazón en ese feliz momento? En solas estas palabras: ¡Mamá, Mamá mía!, ¡Cuánto gozo en llamarte Mamá! Mi corazón, ya lo ves salta de alegría, como cuando se acuerda de Jesús. Y Ella me respondía: Tú gozas en llamarme Madre, y yo gozo llamándote hija”.

 

Santa Gema tuvo una intensa devoción a la imagen de la DOLOROSA. La Santa refirió lo que le manifestó San Gabriel de la Dolorosa (uno de sus santos preferidos) en una aparición:

 

“El cohermano Gabriel me dijo que me entretuviese lo más posible con la Madre de los Dolores, porque Ella ha sido la madre más afligida de todas, y se goza mucho si halla alguna alma que la compadece. Tiene muchas gracias que conceder... pero no halla quien se las reciba, no halla corazones que se las supliquen”.

 

Antes de morir le dirige a María su última carta. Se puso a escribir a su Director. P. Germán, pero la dirige casi todo a María. Veamos algunas de sus frases:

 

“Mamá mía, -dice- es mi suerte vivir la vida siempre batallando, pero estoy contenta. Entre el temor y la esperanza, me abandono enteramente en Dios: «Si yo soy todo para ti (me dijo Jesús esta mañana). ¿Quién podrá vencerte?...» ¡Oh, Mamá mía! ruega siempre a Jesús por mí; yo deseo haber contentado a Jesús en todo... Querida madre mía, no estoy nada bien. Tú lo sabes; mi vida se apaga... ¿Y el espíritu?... ¡Oh, Dios mío!, El enemigo me atormenta... pero Jesús me dice que me dirija a su Madre: Hija mía, me dice; «encomiéndate continuamente a Ella. La hice hermosa, amable y dulce, para que pueda cazar las almas y salvarlas; la hice benigna, llena de mansedumbre y pacífica, para que a nadie desprecie».

 

Santa Gema cuando agonizaba, tomando el crucifijo entre sus manos  exclamó:

“¡Jesús!... ¡En tus manos encomiendo mi pobre alma!”. Volviéndose a la imagen de María, añadió: “¡Mamá mía!, Recomienda a Jesús mi pobre alma... Dile que tenga misericordia de mí”.

 

Murió en Luca el 11 de abril de 1903 en la vigilia de la Pascua de Resurrección “consumida por las llamas del amor divino”. Fue beatificada el 14 de mayo de 1933 por el Papa Pío XI, y canonizada el 2 de mayo de 1940 por el Papa Pío XII. 

 



 
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